Habiendo vivido ya algún tiempo en Estados Unidos y pudiendo comparar de primera mano los dos modelos, el español y el estadounidense, me gustaría poner por escrito algunas reflexiones que he confirmado en mi estancia aquí. Estas conclusiones están sacadas de mi vivencia como trabajador, como ejecutivo “por cuenta ajena”, como esposo de empresaria, y sólo con la ayuda del sentido común, sin ningún otro libro de cabecera ni prejuicio al respecto (o al menos eso he intentado).
Proteger al trabajador mediante una indemnización por despido que aumenta proporcionalmente a la antigüedad no favorece ni al trabajador, ni a la empresa.
A la empresa porque evidentemente se ve muchas veces atada de pies y manos frente a trabajadores que en lugar de aumentar el rendimiento con la experiencia, lo disminuyen, y en un entorno judicial en el que no existe una jurisprudencia favorable a las empresas, las compañías son muy reacias a aumentar su plantilla, y tienen dificultades para encontrar nuevas oportunidades, porque las incorporaciones y desincorporaciones son lentas y traumáticas.
He tenido casos en mi carrera en los que un trabajador disminuía y disminuía el rendimiento, y que en algunos casos extremos hasta se atrevía a amenazar a la empresa para que le echasen dándole toda la indemnización bajo amenaza de provocar algún problema o conflicto con algún cliente o proceso de la empresa.
Las empresas españolas no están preparadas para absorber un aumento repentino en la demanda, las trabas para la contratación y el miedo a aumentar el pasivo laboral hace que muchas veces se renuncie a nuevos ingresos y proyectos si no se tiene muy clara la continuidad de ese nuevo personal.
Las empresas no son competitivas porque el empleado no es competitivo, ni siente el la presión cuando la empresa va mal para ver cómo sacarla adelante. El empleado no se siente parte de la compañía, si no más bien dueño de su propio destino y en algunos casos cree estar en situación de fuerza para extorsionarla como antes se ha mencionado.
Además no son fácilmente reubicables, tenemos una mentalidad muy sedentaria por la estabilidad que nos brinda este tipo de protecciones sociales, por lo que las empresas encuentran dificultades para encontrar personal que quiera viajar, o para reubicarse en otra localización en la que por efecto de los costes pueda ser más eficiente.
Por último, estas indemnizaciones por despido en caso de empresas en dificultades se vuelven perversas, ya que la compañía puede desaparecer intentando cumplir con este tipo de compromisos, no se puede reestructurar para salir adelante, y es posible incluso que tenga que quebrar para poder cerrar la empresa. Habiendo vivido esto en primera persona, me resulta inexplicable que una protección del trabajador pueda hacer que pierda su puesto de trabajo, pero esto pasa todos los días en España.
Igualmente es absurdo, si trabajador y empresa están de acuerdo, en que no se pueda reducir el sueldo a un trabajador si está de acuerdo, ya que entonces provoca a la empresa a echarle, y el trabajador se va con una indemnización
Para el trabajador la opción no es mejor, ya que por un lado le cuesta un triunfo acceder a un empleo estable, y en muchas ocasiones aunque haya realizado una buena labor, al terminar un contrato temporal la empresa no le ofrecerá un contrato fijo porque no quiere absorber el enorme riesgo que ello supone.
Además en caso de crisis y quiebra de una compañía, el trabajador no recibirá lo estipulado (30 días si fuese un ERE) porque la empresa no puede hacer frente a ese pago, y acabará en el paro, con una indemnización mínima de un fondo de garantía salarial (FOGASA).
Para el trabajador este tipo de trabas hace que tenga que enfrentarse a un mercado con más de un 20% de paro, en el que las empresas no crean empleo salvo que sea absolutamente imprescindible. Un país en el que la formación no garantiza un empleo y en el que dependiendo de dónde haya nacido, uno tiene más o menos oportunidades, ya que hay comunidades autónomas con más de un 30 por ciento de paro y otras con un 13.
Por supuesto cobrará un sueldo mucho menor que si no hubiese una indemnización, ya que al ser proporcional la indemnización al sueldo y al no tener vuelta atrás (no poder bajar los sueldos) los empresarios son muy reacios a realizar subidas de sueldo, y pagarán lo mínimo que puedan para que el empleado no se vaya, porque son conscientes además que si tiene a alguien cobrando mucho, se aumentará el efecto de secuestro del trabajador hacia la empresa.
En el caso que como culminación lógica de su carrera profesional, un trabajador quiera establecer su propia empresa, además de haber sufrido la perversidad del sistema desde el punto de vista del trabajador lo hará desde el punto de vista de la empresa, eliminando en la práctica esta vía para muchos trabajadores que no están dispuestos a asumir este riesgo tan alto. Esto limita el número de emprendedores a unos pocos valientes que están dispuestos a arriesgar su patrimonio personal, sea mucho o poco, se crean menos empresas, luego se crea mucho menos empleo y riqueza para el trabajador.
Tengo que decir además que mientras que la teoría es que las indemnizaciones le sirven al trabajador como colchón para encontrar trabajo, en mi experiencia personal he visto que se usan para comprar coches, amortizar hipotecas, realizar viajes soñados, reformar la casa, o simplemente pegarse un año sabático. En ningún caso he visto que hayan servido para acelerar que la persona se adapte y cambie de industria, de localización geográfica hacia otros sitios con mayor empleo, o modifique su ritmo de vida para cobrar menos. La cuenta que he visto que todo el mundo echa cuando le echan es “cuánto puedo estar sin trabajar”. Lo malo no es que se eche esta cuenta (que por otra parte parece natural), lo malo es cuando la cuenta son uno, dos años, incluso más contando con la prestación por desempleo, eso es lo que es preocupante, que la sociedad ofrezca a una persona la posibilidad de estar dos años sin hacer nada …
Por otra parte las prestaciones por desempleo, las oficiales, o el PER, o cualquier otro subsidio orientado a compensar una falta de ingresos de los trabajadores, siendo un impuesto que pagamos todos los españoles, sólo sirve para generar una cultura del pelotazo, en la que se echan cuentas para ver si se ha llegado o no al límite de la cotización para solicitar la baja y la prestación. Tampoco he visto que esta prestación sirva para acelerar su reincorporación al mercado de trabajo, si no para justamente lo contrario, para que se apure al máximo posible, incluso trabajando bajo cuerda, mientras se recibe la prestación.
El que verdaderamente sufre las consecuencias de estas incongruencias es el trabajador de toda la vida, el que mira a su trabajo a la cara todos los días, el que intenta superarse, el que si no está a gusto en un sitio, buscará otra opción profesional donde esté mejor. Ese típico trabajador que tiene menos probabilidades de necesitar esa indemnización, se convierte en el paganini de esta historia, porque al final no echará mano de estas protecciones salvo catástrofe, a lo mejor hasta nunca en su vida, mientras que otros tratan de vivir de ellas. A este trabajador honrado tener una prestación por desempleo le cuesta mucho más caro que proporcionársela él mismo y cobra menos todos los meses para pagar la desidia y la cara dura de otros.
En Estados Unidos hay empresas en dificultades que pueden reducir personal de forma inmediata, abonando como mera cortesía una o dos semanas de salario al trabajador. La cláusula de despido típica en lo contratos es: “At will”. La sociedad trata de salvar la empresa como fuente principal de riqueza y empleo para la sociedad.
Las personas que se ven en estas circunstancias se dedican a buscar trabajo desde el día 0. no les importa que esté en otra ciudad, no les importa tener que desplazarse más kilómetros, o que no sea el trabajo de sus sueños, no les importa cobrar menos si lo tienen que hacer porque tiempo tendrán de encontrar un trabajo en el que cobren más. La mayoría ni se preocupa por acudir al unemployment, porque dan una miseria que dura unas semanas nada más.
Para hacer frente a este tipo de contingencias, los Americanos tienen un concepto del ahorro relativamente práctico, dividen el dinero entre la checking y la savings, y tratan de tener una cantidad ahorrada (uno, dos tres meses de sueldo) para este tipo de contingencias.
Estoy conociendo a más y más gente que me explica que se han bajado el sueldo de acuerdo con su empresa. Se bajan el sueldo porque se sienten parte de la empresa, saben que hay que reducir costes y empiezan por hacerlo ellos mismos como ejecutivos y como empleados. Lo asombroso, además del hecho en sí, es ver como se racionaliza el hecho de una forma tan natural por parte de los trabajadores.
Si una empresa Estadounidense encuentra una oportunidad que le requiere incorporar a 50 personas de golpe, no tendrá problemas en hacerlo, sabe que no se está casando con esos empleados, y que en el caso de que se reduzca la demanda en unos meses o años, podrá prescindir de sus trabajadores para salvar la empresa. Esos cincuenta nuevos trabajadores están agradecidos al sistema, ya que permite que tengan un empleo que de otra forma no existiría.
Si tengo que elegir un aspecto positivo de lo que estoy conociendo, algo que creo que funciona muchísimo mejor en Estados Unidos que en Europa, desde luego es lo referido al mercado laboral. Un mercado laboral dinámico y flexible, que sabe adaptarse a los cambios bruscos sin estridencias, y que permitirá a Estados Unidos salir de la crisis y seguir creciendo mucho antes que en Europa, donde especialmente en España sufriremos durante muchos años una penosa y larga recuperación.